Érase una vez un abuelo y un nieto que decidieron emprender un viaje junto con un burro. Inicialmente el anciano hizo que el niño montara en el animal, con el fin de que no se cansara. Sin embargo, al llegar a una aldea, los lugareños no los dejaron libres de crítica, cuestionando que el anciano tuviera que ir al pie mientras que el niño, más joven y vital, fuera montado.
Así que abuelo y nieto cambiaran posiciones, yendo ahora el anciano montado sobre el burro y el niño caminando al lado.
Sin embargo, al pasar por una segunda aldea, los lugareños pusieron el grito en el cielo porque el pobre niño iba caminando mientras el hombre mayor lo hacía cómodamente montado.
Ambos decidieron entonces montar en el animal. Pero al llegar a un tercer poblado los aldeanos criticaron durante a ambos, acusándoles de cargar en exceso al pobre burro.
Ante esto, el anciano y su nieto decidieron ir ambos a pie, todo para que, en el cuarto pueblo se rieran también de ellos, dado que disponían de una montura y ninguno de ellos viajaba en ella.
Son muchas las versiones que circulan de esta pequeña fábula popular, pero aunque cambia algún punto, párrafo, detalle o el orden, la moraleja que esconde no varía mucho: hagamos lo que hagamos, siempre habría alguien a quien le parecerá mal nuestro actuar.
Lo importante no es lo que otros digan, sino que sepamos por qué hacemos lo que hacemos, por qué creemos lo que creemos y que nos hagamos responsables de nuestras propias decisiones.
Libres para elegir
El libre albedrío es la potestad que el ser humano tiene de obrar según considere y elija. Esto significa que las personas tienen naturalmente libertad para tomar sus propias decisiones, sin estar sujetos a presiones, necesidades o limitaciones.
Según la Biblia, fue Dios quien dio al hombre la facultad para obrar según desee, independientemente de si sus decisiones son buenas o malas. El Señor no nos obliga a amarlo. El amor, para ser amor, debe brindarse libremente. De hecho, se podría decir que la Biblia es la historia de Dios que se acerca a la humanidad perdida e intenta conquistar su corazón, sin coerciones. Dios amó tanto al mundo, que nos brindó la oprtunidad de elegir o no amarlo, de elegir o no estar de su lado.
No está mal querer aprobación
La aprobación es muy buena. Recibir elogios, que nos alaben, es como una caricia mental. Desear aprobación no es malo, pero necesitarla sí. ¿Pero por qué? Porque cuando deseamos la aprobación, nos sentimos bien la obtengamos o no, ya que nuestra autoestima, no se debe basar en la opinión de los demás, sino en la nuestra.
Sin embargo, cuando necesitamos la aprobación de los demás, somos felices cuando la tenemos, pero cuando no la obtenemos, nos volvemos infelices, nuestra estima disminuye y aumenta nuestra inseguridad.
¿Por qué sentimos que necesitamos aprobación?
Muy posiblemente es algo nacido en la infancia. Muchos padres restringen a sus hijos de la libertad de pensar por sí mismos. Otros ven a sus hijos como una extensión de ellos mismos, o como una segunda oportunidad para hacer todo aquello que ellos no pudieron en su momento.
¿Cómo lo hacen? Le dicen a sus hijos que decidan, y cuando éstos toman una decisión, se la critican. Otros proponen que cada decisión que vayan a tomar tenga que ser aprobada por el padre, incluyendo aquellas que se desprenden del gusto individual del niño o adolescente. Si bien es cierto que los niños necesitan de la supervisión de los padres, no se debe confundir con el control de la personalidad y autoestima del niño.
Es importante saber que podemos identificar una necesidad de aprobación excesiva en nuestro comportamiento, cuando:
- Se es demasiado complaciente con los demás.
- A veces necesitamos el reconocimiento de los otros sobre nuestras acciones o logros para que nosotros mismos les demos valor.
- Cuando hay una excesiva focalización en el comportamiento de los otros y modulamos nuestra conducta en torno a ello.
- Cuando tenemos dificultades para decir “no” a los demás, por miedo al rechazo.
- Nos comportamos en función de lo que creemos que se espera de nosotros.
- Cuando necesitamos la opinión de los demás para tomar decisiones, nos puede indicar que nuestra necesidad de aprobación es insana.
Toma hoy una decisión
El libre albedrío nos hace autónomos poder elegir y tomar nuestras propias decisiones basados en los principios de Dios, estando conscientes de que es a Dios a quien le rendimos cuentas de nuestros actos y no sujetos a la aprobación o desaprobación de los demás.
Es inevitable no pensar de vez en cuando en la imagen que mostramos hacia el exterior, ya que somos seres sociales. Aunque no es cuestión de aislarse del mundo y vivir en un pueblo perdido, uno no puede estar las 24 horas del día queriendo ser lo que los demás quieren que sea.
La felicidad se consigue conociéndose a uno mismo y luchando por lo que te gusta
“Si permite que otros piensen por usted, sus energías se paralizarán y sus habilidades disminuirán.”
Ellen White
Verdaderamente Libres
Aunque parezca una contradicción, la única verdadera libertad en Cristo consiste en convertirse en un esclavo. La esclavitud ha llegado a significar degradación, miseria y desigualdad. Pero la Biblia enseña que aquel que es esclavo de Cristo experimenta el gozo y la paz, los derivados de la única y verdadera libertad que alguna vez podamos llegar a conocer en esta vida: la libertad del pecado y el abandono de nuestros malos hábitos.
¿Cómo ejercer mi libre albedrío?
Como hemos comentado, intentar gustar a todo el mundo todo el tiempo agota. Si pasas mucho tiempo temiendo la opinión de los demás hasta el punto de que te quedas sin tiempo para ti, sigue los consejos que te mostramos a continuación.
Ora fervientemente
En cada decisión importante que tomemos, es fundamental que acudamos al Señor en oración, que nos aseguremos de que esa decisión no nos lleve a transgredir la Ley de Dios de ninguna manera. Es elemental que confiemos en Dios, que le entreguemos nuestra decisión. Es decir, debemos orar para que las decisiones que tomemos lo glorifiquen, y que estemos dispuestos a entregarle nuestros deseos si van en contra de su plan para nuestra vida.
La crítica no es rechazo
Habitualmente, cualquier crítica se toma como un menosprecio hacia nuestra persona, cuando en realidad a menudo es un rechazo hacia un gusto, forma de vida, opinión, etc… Por ejemplo, alguien podría desaprobar a otro por un gusto musical o por cuestiones políticas, pero eso no significa que nos están rechazando como persona, sino que es un tema de no congeniar en gustos. Ser criticados o rechazados puede dejar de ser tan doloroso, dado que hay formas de sobrellevarlo:
- No tomarlo personalmente: colocarnos en una posición objetiva, como si fuéramos un tercero que está escuchando, y obtener más información sobre cuáles son nuestros fallos nos dará luz sobre nosotros mismos y nos permitirá mostrar nuestro mejor carácter ante la crítica. Si no estamos de acuerdo con aquello que nos critican, está bien expresar nuestra opinión. En este caso es recomendable dar la razón en lo posible y manifestar el propio pensamiento amablemente y con tacto.
- Humildad y aceptación: en realidad, la crítica es un gran regalo, es una valiosísima oportunidad de tener información sobre nosotros mismos. Cualquier crítica, aunque sea malintencionada, siempre nos será útil si la sabemos administrar. En tal sentido, no existe la crítica destructiva, siempre es constructiva.
- Escuchar en lugar de defenderse: es importante pedir detalles sobre una crítica. Aunque uno piense que es injusta, no sirve de nada ponerse a la defensiva, es mejor responder con empatía, haciendo preguntas para intentar ver las cosas desde el punto de vista del otro. Cuando la otra persona se muestre muy irracional, es mejor pedirle que exprese exactamente lo que quiere decir.
Sé tú mismo
«Vivir de forma congruente con nosotros mismos nos ayuda a centrarnos más en nosotros, en nuestras capacidades para afrontar los desafíos que la vida nos pone por delante». Contando con la ayuda de los demás para conseguir aquello que nos proponemos puede resultar una buena fórmula en el proceso de aprender a vivir.No somos ni más ni menos valiosos que otros. Todos somos iguales, no importan los éxitos conseguidos, ni las posesiones ni la seguridad en uno mismo. Lo único importante es quien seas como persona, los valores humanos que te definen.
Paradójicamente, las personas que no piensan en la aprobación suelen ser más aceptadas que las que lo buscan. La explicación estaría en que suele gustar lo auténtico, aunque no coincida con nuestras opiniones, más que lo sumiso y entregado.
Para reflexionar
¿Qué puedo hacer para no vivir de la aprobación o desaprobación de otras personas?
A todos nos gusta caer bien y ser aceptados por los demás, pero muchos gastan demasiado tiempo y energía intentando gustar a otros.
El desgaste psicológico de estar pensando en agradar a todo el mundo no es sano y produce estrés innecesario. De hecho, es una manera muy frecuente de dejar de vivir el momento presente y no beneficia al bienestar de una persona. Además, no hay nada más seductor que una persona que se muestra totalmente en sintonía consigo misma, y que vive la vida tal y como le gustaría vivirla, por lo que debemos encontrar el camino para vivir sólo preocupándonos de la aprobación divina y ser verdaderamente libres.
¿Hasta dónde llega la libertad que puedo disfrutar?
La diferencia entre libertad y libertinaje radica en que la libertad implica el respeto al otro, además de asumir las consecuencias que conllevan los actos y palabras ejercidos desde el libre albedrío, mientras que el libertinaje, no.
Libertad es el derecho de todo ser humano a conducir su vida eligiendo sus propias acciones. La libertad implica autonomía de pensamiento, palabra y obra.
Libertinaje es actuar con desenfado, haciendo uso del derecho a la libertad pero sin asumir las consecuencias de los actos realizados. El libertinaje puede ser una amenaza para la convivencia social porque implica transgredir las normas, sin importar los resultados.