“Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes” Y es ahora un pueblo recordado porque fue allí donde una niña enferma se mudó a casa de unos parientes para días después, contagiar a la familia y luego infectar a toda la población con una extraña enfermedad: el insomnio.
En estos tiempos, cuando parece que vivimos en un Macondo global, muchos lectores acuden a Cien años de soledad como si fuese un libro de profecías para comprender el mundo en el que vivimos y sobre todo en el que viviremos tras la pandemia. Como toda obra clásica, esta novela tiene un poder camaleónico para resonar entre sus lectores en toda clase de circunstancias.
El confinamiento físico es también para millones una cuarentena emocional. Un doble encierro que a muchos nos ha arrojado a esa soledad que aquejaba a los habitantes de Macondo. De ahí que las lecciones de la peste del insomnio estén no solo en lo que se nos cuenta, sino además en cómo García Márquez pudo lograr contárnoslo desde la soledad que vivió mientras escribía la novela porque ni en los momentos más fatales de la peste, los habitantes de Macondo se quedaron solos: Se reunían. Se contaban historias. Se hacían compañía. Ayudaban a su comunidad. ¿Y nosotros?
Un estudio realizado por un grupo de investigadores impulsados por el Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa” analizó la percepción acerca de la soledad de los mayores de 55 años durante el confinamiento. La investigación revela que más del 50% de dicho grupo etáreo manifestó sentir soledad, especialmente en el segmento de edad entre 65 y 79 años. (1)
“La salud, desde una mirada integral, es mucho más que la salud física”, es un mantra que en Quiero ¡Vivir Sano! hemos repetido una y otra vez porque es una verdad indiscutible: el bienestar incluye también la salud psíquica, social, emocional y espiritual. En este sentido, si bien las consecuencias más trágicas de la pandemia han sido la cantidad de vidas que se cobró, también es importante comprender los daños causados por el coronavirus en el plano psicológico. El miedo a la muerte, la incertidumbre, la ansiedad y también la soledad son algunos de los efectos que ha tenido la pandemia en términos sociales.
La soledad es una emoción compleja. Puedes sentirte solo en una habitación abarrotada de gente o sentirte feliz con tu propia compañía y, según cada persona, varía mucho el grado de conexión humana que necesitan. Una manera útil de pensar en la soledad, es como la diferencia entre cuánta conexión social desean las personas y cuánta están recibiendo.
Si bien la soledad es un sentimiento subjetivo, los investigadores han comenzado a descubrir señales en el cerebro que ponen la necesidad de interacción social en el mismo nivel que la necesidad de comer. En un estudio publicado en noviembre, los científicos privaron a los participantes del contacto con otras personas y luego hicieron una resonancia de su cerebro. Al cabo de solo diez horas de aislamiento en un laboratorio (donde podían leer o dibujar, pero no tenían acceso a sus teléfonos o computadoras) las personas reportaron sentirse solas y deseaban interacción social. Cuando los participantes vieron fotografías de personas que participaban en actividades sociales, las resonancias mostraron una activación del mesencéfalo idéntica a la de quienes vieron fotografías de comida después de diez horas de ayuno.
“La interacción social no solo es algo divertido o reconfortante. Es algo que necesitamos para funcionar”.
Sin esa conexión social, con frecuencia las personas se deprimen, lo que alimenta aún más los sentimientos de soledad. La soledad crónica también está relacionada con mayores índices de enfermedades cardiacas, alzhéimer, suicidio e incluso la muerte.
Por todo lo anterior, si la soledad está interfiriendo con tu capacidad de funcionar o si por algún motivo estás pensando en hacerte daño a ti mismo, te pedimos solicites ayuda profesional: nuestras redes de apoyo siempre están abiertas si deseas conversar sobre alguna situación que te parece superar.
Bajo esta misma línea, si continúas leyendo, descubrirás 5 maneras de combatir la soledad. Porque si la epidemia de insomnio era dura, no debemos olvidar lo que pasó con Melquíades, quien “Había estado en la muerte, en efecto, pero había regresado porque no pudo soportar la soledad.”
.
.
.
REFERENCIAS:
(1) “Soledad durante el confinamiento: una epidemia dentro de la pandemia de la covid- 19”, elaborado por los investigadores Juan Manuel García-González (Universidad Pablo de Olavide, UPO), Rafael Grande (Universidad de Málaga), Inmaculada Montero (UPO) y Dolores Puga (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).