No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4:6-7
Cuando busco saciar mi sed de certezas en la Biblia, nunca soy defraudado. He encontrado, a lo largo de los años, que Filipenses es una carta sumamente increíble. Es casi como un manual de bolsillo para el bien vivir. A los largo de sus capítulos, su autor, un erudito del primer siglo y estudioso de las verdades antiguas, nos habla sobre la filosofía del buen vivir, qué normas debemos atender y guardar, qué recompensas podemos granjearnos cuando aceptamos este modelo de vida y, en el capítulo que hoy traigo a colación, nos da las claves para tener fortaleza, para tener el poder de vivir cada día a la altura de lo que Dios quiere para nosotros.
Todos los aspectos mencionados en los tres primeros capítulos de esta carta perderían su significado y resultarían inútiles a menos que haya poder para llevarlos a la vida práctica. Una filosofía sin poder para respaldarla en la vida cotidiana, se queda en una simple formulación teórica, lejana a la realidad. Una norma no es buena y útil a no ser que se proporcione el poder para aplicar esa norma en nuestra vida. Y un premio sería inútil si no podemos alcanzar la meta de la carrera. En consecuencia, el poder es sumamente importante.
Pero, al leer el texto que introduce esta nota es natural preguntarse ¿Cómo no inquietarse por nada? Cada uno de nosotros cuenta con una lista larga de circunstancias que conducen al afán, a la inquietud, a la ansiedad: problemas en las relaciones, dificultades financieras, responsabilidad por nuestros hijos o familia, presión en el trabajo o falta del mismo. Y además de nuestra vida personal, el mundo de hoy parece fabricar una serie de eventos a gran escala que producen más ansiedad —incertidumbre económica, guerra, agitación social, pandemias—, los cuales nos llegan en una cinta transportadora de noticias las 24 horas del día, a través de las redes sociales.
La palabra del autor de la carta aquí, ¿es anticuada? ¿Será que es irrazonable, ya que nos enfrentamos a tantas dificultades modernas que él ni imaginó padecer?
No hay nada más prevalente en la época en la que vivimos que el creciente problema de la preocupación. La ansiedad es una poderosa fuerza para desintegrar la personalidad humana, dejándonos frustrados, perplejos, confundidos y desconcertados por la vida. Pero aún así, la respuesta que ofrece la Biblia es bastante cortante: “Por nada estéis angustiados, No se inquieten por nada”.
¿Cómo lograrlo? ¿De dónde se obtiene el poder para ya no tener ansiedad?
Bueno, pues el secreto detrás de ese poder es la oración.
Orad sin cesar
Me encanta cómo el escritor usa esas palabras: “en toda ocasión”. Eso significa que no hay nada lo bastante pequeño para traérselo a Él. Alguien una vez preguntó: “¿Está bien el traer las cosas pequeñas al Señor? ¿Él toma interés en las cosas pequeñas de nuestra vida?”. Y la respuesta, aunque pueda paracer sorprendente, es: “Acaso ¿Hay algo que a Dios le parezca grande?”. Todo es pequeño para Él; así que, tráele todas las cosas en oración. La oración es la expresión de nuestra dependencia en Sus promesas. No hace falta arrodillarse o encerrarse, sino que puede ser simplemente esa silenciosa “flecha de oración” del corazón, en continuo reconocimiento que necesitas apoyarte en Su gracia y Su fuerza en todo.
Definitivamente, más de uno está completamente dispuesto a entregar sus cargas al Señor en oración. Sin embargo, estoy bastante seguro de que algunos de nosotros, después de haber expuesto todo ante Él, cuando terminamos de orar, recogemos todo de vuelta; colocamos los problemas sobre nuestros hombros, y comenzamos nuevamente a llevar nuestras cargas justo al terminar de orar. Ese es el problema de muchos. El Señor desea que confiemos en Él hasta el punto en que no nos preocupemos ansiosamente por nada, y oremos acerca de todo. Ya quisiéramos algunos de nosotros poder decir que nos sentimos tan libres como el pájaro en los árboles, libres como las abejas recogiendo la miel, pero es precisamente de esa forma que Dios anhela que nos sintamos.
Pese a todo, casi estoy seguro de que alguien por ahí podría estar pensando: «Bueno, quizás Dios no responda mi oración. Después de todo, muchas de mis oraciones no han sido contestadas». Sin embargo, querido lector, quiero decirte algo con mucha franqueza: no creo en lo absluto que usted tenga oraciones sin contestar (y usted no debería pensar que tiene un Padre celestial que no le escucha y que no responde a sus oraciones). Sí, es posible que usted haya orado pidiendo algo y que no lo haya recibido, pero eso no significa que no hubo respuesta.
Hace un par de años, escuché el testimonio de uno de mis profesores: él nos contó acerca de la relación que tenía con su padre. Dicho padre no era cristiano, pero siempre se comportó como un buen padre. Trabajaba prácticamente todo el día y cuando volvía a casa, como niño pequeño que era, solía pedirle algunas monedas para comprar golosinas y juguetes; cosa a la que el padre casi nunca se negaba. Un día, el niño le pidió dinero para comprar una bicicleta, pero en ese caso, el padre le dijo que no se lo podía permitir y la respuesta fue negativa. Pero al recordar aquellos años, mi profesor confesó que que nunca le pidió algo que quedara sin respuesta, aunque aveces esta respuesta fuera un categórico: NO. Sin embargo, destaco de esta historia que su padre siempre le dio una respuesta a cada cosa que le pidió. Y algunas cosas que en un primer momento le negó, las recibió más tarde, como la bicicleta.
Así que recordemos que, como hijos de Dios, El siempre nos oye y contesta nuestras oraciones, aunque a veces tengamos que recibir un «NO» por respuesta o un «espera un poco más»
El Señor está cerca de nosotros y listo para ayudar. Así que mediante la oración podemos tener comunión con Él y simplemente decirle por lo que estamos pasando. También podemos suplicarle y hacer peticiones específicas con respecto a nuestras necesidades. Pero tanto nuestra oración como nuestra petición deben ser con acción de gracias.
Dar gracias en todo
Está comprobado que ser agradecidos reporta tantos beneficios físicos, mentales y emocionales que todos deberíamos tener esta buena costumbre.La gratitud es una de las muchas emociones positivas que se pueden sentir. Consiste en centrarse en las cosas buenas de nuestras vidas y en sentirse agradecido por lo que tenemos. La Biblia tiene muchos versículos que muestran la importancia de ser agradecidos por Dios. Dicen en 1 Tesalonicenses 5:18 “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” Dios quiere que demos gracias en todo. … Dios quiere que seamos agradecidos.
Así que ya lo sabes: si deseas vivir una vida menos cargada de ansiedad y preocupación: cuéntale todo a Dios en oración y agradece tanto por lo bueno, como por lo que parece no serlo. Todos los días, recordemos que el Señor está cerca de nosotros y que podemos tener comunión con Él en oración. En lugar de cargar con todas nuestras preocupaciones por nosotros mismos, podemos darle nuestras preocupaciones a Él e incluso pedirle lo que necesitamos. Al hacer esto, disfrutaremos de la paz que Él nos prometió y seremos salvos de nuestras preocupaciones y nuestros afanes.